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lunes, 10 de junio de 2013

Hambre a la venezolana


Iniciemos este texto revisando una referencia histórica importante. En pleno gobierno de Isaías Medina Angarita (1943) surgió una crisis alimentaria a nivel nacional que el Ejecutivo abordó partiendo de que no existía tal déficit de comida, sino “avitaminosis”: falla o deficiencia en la cantidad de vitaminas que el organismo requiere.
Para salir al paso, con un sonado discurso en favor de la democracia, Rómulo Betancourt sin tambaleo pronunció desde el Nuevo Circo en Caracas (03/07/1943): “Un flagelo está destruyendo a nuestro pueblo: es el hambre que ahora tiene un nombre pedante: avitaminosis. (…) Se llama avitaminosis, pero es la clásica, la tradicional, la inenarrable hambre venezolana”.
A mediados del siglo XX, las carencias pasaban de igual forma por la escasez de agua potable y viviendas en zonas urbanas. Teníamos un país dependiente del negocio petrolero, que poco producía en otras áreas y aún bostezaba el retroceso histórico que inyectó el benemérito Juan Vicente Gómez en sus 27 años en el trono. Par de años después inició la Junta Revolucionaria de Gobierno, interrumpida por la pesadilla de Marcos Pérez Jiménez para luego volver y dar efectiva marcha a la democracia. La conciencia histórica de Betancourt lo llevó a edificar grandes logros. Triunfos necesarios para una República montonera que clamaba alimento, trabajo y una decidida incorporación al mundo moderno.
Dentro de unos días se cumplirán 70 años de aquellas palabras que hoy tienen mucho simbolismo. El hambre a la venezolana volvió. Ya no por “avitaminosis”, sino por “acaparamiento” según los payasos que administran el circo. Al igual que antes, la causa verdadera es la falta de producción. Escasez es símil de ineptitud. Llevar las riendas de un pueblo cuyo corazón palpita más allá de estos linderos, fue tarea reprobada para el caudillo que saquea las arcas patrias.
Unicef reportó 458 mil niños en Venezuela en estado de desnutrición. 2,4 millones de toneladas de maíz fueron importadas en 2012, la tendencia para este año es muy superior. 55 mil hectáreas de café fueron compradas a Nicaragua, Guatemala, Costa Rica y Honduras, las mismas prometidas en el Plan Café de Hugo Chávez. En nuestro país, tenemos patria según el caudillo, pero de cada 10 productos del mercado interno sólo se consiguen dos.
La “inenarrable hambre venezolana” acumula 280% de inflación desde que le borraron los tres ceritos al bolívar para hacerlo más fuerte. El sector golpeado, pulverizado y estrangulado por la política del chavismo, es la comida del ciudadano común, de todos. En 7% subieron todos los precios en mayo de 2013. Años sin ver un golpe de semejante tamaño en el bolsillo del ciudadano.
Parafraseando a Galeano, autor citado por Chávez, bien pudiéramos decir que estamos “jodidos, rejodidos”. Somos nadie en el mercado global. Cada vez más aislados. Volvemos al escenario 70 años atrás planteado. Dependemos del petróleo, de lo que queda de él. Estamos bajo la tutela de una cuerda de roedores que muerden las sobras del presupuesto nacional. Para matizar, los dirigentes rancios de la corrupción oficial informan que la oposición democrática adquirió aviones de guerra a Estados Unidos para “agredir” a Venezuela. La reculada del control de alimentos como si el apetito zuliano fuera una feria electoral, fue del tamaño de la caída de Maduro en la aceptación nacional. Nadie recoge ese bodrio porque sería pérdida de tiempo.
De Betancourt aprendimos los jóvenes que hoy afianzamos en la crítica nacional nuestro mensaje de cambio, el carácter indestructible de seguir trabajando por una sociedad libre y de los venezolanos.

Ángel Arellano
            Email: asearellano@yahoo.es
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