Iniciemos este texto revisando una referencia
histórica importante. En pleno gobierno de Isaías Medina Angarita (1943) surgió
una crisis alimentaria a nivel nacional que el Ejecutivo abordó partiendo de
que no existía tal déficit de comida, sino “avitaminosis”: falla o deficiencia
en la cantidad de vitaminas que el organismo requiere.
Para salir al paso, con un sonado discurso en favor de
la democracia, Rómulo Betancourt sin tambaleo pronunció desde el Nuevo Circo en
Caracas (03/07/1943): “Un flagelo está destruyendo a nuestro pueblo: es el
hambre que ahora tiene un nombre pedante: avitaminosis. (…) Se llama
avitaminosis, pero es la clásica, la tradicional, la inenarrable hambre
venezolana”.
A mediados del siglo XX, las carencias pasaban de
igual forma por la escasez de agua potable y viviendas en zonas urbanas.
Teníamos un país dependiente del negocio petrolero, que poco producía en otras
áreas y aún bostezaba el retroceso histórico que inyectó el benemérito Juan
Vicente Gómez en sus 27 años en el trono. Par de años después inició la Junta
Revolucionaria de Gobierno, interrumpida por la pesadilla de Marcos Pérez
Jiménez para luego volver y dar efectiva marcha a la democracia. La conciencia
histórica de Betancourt lo llevó a edificar grandes logros. Triunfos necesarios
para una República montonera que clamaba alimento, trabajo y una decidida
incorporación al mundo moderno.
Dentro de unos días se cumplirán 70 años de aquellas
palabras que hoy tienen mucho simbolismo. El hambre a la venezolana volvió. Ya
no por “avitaminosis”, sino por “acaparamiento” según los payasos que
administran el circo. Al igual que antes, la causa verdadera es la falta de
producción. Escasez es símil de ineptitud. Llevar las riendas de un pueblo cuyo
corazón palpita más allá de estos linderos, fue tarea reprobada para el
caudillo que saquea las arcas patrias.
Unicef reportó 458 mil niños en Venezuela en estado de
desnutrición. 2,4 millones de toneladas de maíz fueron importadas en 2012, la
tendencia para este año es muy superior. 55 mil hectáreas de café fueron
compradas a Nicaragua, Guatemala, Costa Rica y Honduras, las mismas prometidas
en el Plan Café de Hugo Chávez. En nuestro país, tenemos patria según el
caudillo, pero de cada 10 productos del mercado interno sólo se consiguen dos.
La “inenarrable hambre venezolana” acumula 280% de
inflación desde que le borraron los tres ceritos al bolívar para hacerlo más
fuerte. El sector golpeado, pulverizado y estrangulado por la política del
chavismo, es la comida del ciudadano común, de todos. En 7% subieron todos los
precios en mayo de 2013. Años sin ver un golpe de semejante tamaño en el
bolsillo del ciudadano.
Parafraseando a Galeano, autor citado por Chávez, bien
pudiéramos decir que estamos “jodidos, rejodidos”. Somos nadie en el mercado
global. Cada vez más aislados. Volvemos al escenario 70 años atrás planteado.
Dependemos del petróleo, de lo que queda de él. Estamos bajo la tutela de una
cuerda de roedores que muerden las sobras del presupuesto nacional. Para
matizar, los dirigentes rancios de la corrupción oficial informan que la
oposición democrática adquirió aviones de guerra a Estados Unidos para
“agredir” a Venezuela. La reculada del control de alimentos como si el apetito
zuliano fuera una feria electoral, fue del tamaño de la caída de Maduro en la
aceptación nacional. Nadie recoge ese bodrio porque sería pérdida de tiempo.
De Betancourt aprendimos los jóvenes que hoy
afianzamos en la crítica nacional nuestro mensaje de cambio, el carácter
indestructible de seguir trabajando por una sociedad libre y de los
venezolanos.
Ángel Arellano
Email: asearellano@yahoo.es
Twitter: @angelarellano
www.angelarellano.com.ve
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