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lunes, 4 de febrero de 2013

El Chavismo y Pérez Jiménez




55 años atrás, Venezuela cogía el rumbo de la democracia entre aguas turbulentas. Un hervidero de dirigentes, ya no tan jóvenes, expertos por sus andanzas en el mundo universitario y la oposición a la dictadura, asumía el control de una sociedad triste por la resaca de la dictadura.
Pero comenzó a crecer nuestra nación. Inició un desarrollo indetenible durante la década de los sesenta y setenta comparable en exclusiva sólo con las principales potencias del mundo. La relevancia criolla en el mercado de los hidrocarburos y agricultura fue tal, que evidenciábamos signos que parecían mostrar una irreversibilidad distante y ficticia.
Aunque todo esto fue tan real como prometedor, los estragos desordenaron al país. La clase política se volvió vulnerable y con ella el Estado, impregnado por el clientelismo y la carencia de un sistema productivo mixto que garantizara la estabilidad nacional.
Culminaron los ochenta y noventa con más penas que glorias. La sociedad se había sacudido par de veces por un grupo militar que ahora es poder, y más allá, terminó convertido en una suerte de religión emergente, que sin salto ni seña, sólo con una nómina abultada, mantiene a su mayoría feliz y con la barriga llena.
Las páginas de la historia patria están saturadas de información, tanta, que pareciéramos perder la memoria por la exorbitante capacidad de almacenamiento de datos que hay que tener para archivar a lo que estamos expuestos hoy.
En la actualidad, para perder ese gusto por las noticias políticas que nos tientan a dejar plasmadas en ellas la opinión rebelde que llevamos dentro, podemos criticar con dureza la siempre reinante, magnánima, privilegiada y por sobre todas las cosas, legal, inseguridad. Los números no fallan, y aunque el mundo lleva la estadística de los muertos que caen cada día en Venezuela a manos del hampa, los petrodólares de Pdvsa compraron a los organismos calificados para hablar sobre el tema.
La OEA aplaude el vacío de poder, y la ONU se muestra distante e  invisible ante este hecho en desarrollo. Al corte de hoy (28/01/2013) mantenemos 50 días sin Presidente, a sabiendas de que volverá golpeado por la enfermedad, y de que pedirán tanto plazo como se pueda para estirar los tiempos de negociación interna en un chavismo dilatado que navega por el  profundo conflicto del “ponme donde haiga”.
Un tiempo atrás, el 25 de abril de 2010, en el programa oficial Aló Presidente número 355, Hugo Chávez ratificó su concepto de que Marcos Pérez Jiménez, el cruel dictador de hace 55 años, fue el mejor Presidente de Venezuela en su historia. Un criterio antónimo de lo que profesa con el cuantioso presupuesto invertido en publicidad y la sumisión de los medios públicos y los privados.
El chavismo se movilizó el 23 de enero, no sabemos el por qué, más si por dónde y cómo. La única excusa que queda en el tapete es que apoyan, en réplica de lo dicho por el Presidente, la vanagloria a Pérez Jiménez, quien en vez de enfrentar a la justicia de la nación, huyó sin rendir sus sangrientas cuentas.
Se desploman las tesis que levantaron el Socialismo del Siglo XXI, porque en la ausencia de su máximo exponente, sólo ha quedado al desnudo la capacidad de mantener en el poder a un grupo de la nueva oligarquía, tan resentida como corrupta.

Ángel Arellano
@angelarellano
www.angelarellano.tk

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