“En
Venezuela sí hay racismo”. Un paradigma recurrente en el discurso del chavismo
radical, 17 años cayendo en oídos sordos.
Dentro
y fuera del país se ha generado un ola de comentarios a partir del reportaje “Yo
me quedo”, producido por Venezolana de Televisión. El material, un intento de
trabajo de interpretación, sumamente defectuoso, caraqueñizado y con un
desconocimiento total de la realidad venezolana, fue realizado por un grupo de
jóvenes que, entre otras cosas, ensayan una burla a la comunidad de
compatriotas en el extranjero. En los veinte minutos de exposición, como es la
norma en la televisión oficial, no se muestran las gigantescas colas, los motines
de las cárceles que ganan el pánico de la población, los enfermos que caen
muertos en los hospitales colapsados por la falta de medicamentos, el dolor de
las familias que viven aterradas a causa de la inseguridad, la destrucción de
las universidades, escuelas, liceos, bibliotecas, librerías, teatros y espacios
culturales por falta de inversión, la descomposición social…
“Yo
me quedo” construye una fábula en la que quienes se han ido de Venezuela son
náufragos en otros países: carecen del gran número de oportunidades que brinda
el socialismo.
Como
referente intelectual para analizar la diáspora, el especial cita a Carmen Lara,
una periodista y profesora de la Escuela de Comunicación Social de la
Universidad Bolivariana de Venezuela, con 135 artículos colgados en el portal
chavista aporrea.org. “Yo me quedo” muestra a Lara como “psicóloga”, en el
entendido de que hace parte de una ficción, como todo el relato de esta
vergonzosa producción audiovisual. Asegura que la juventud venezolana responde
a intereses de “pequeños países”, mientras habla del imperio, Europa, etc.
¿Discrepancias? ¿Incoherencias? ¿Delirio? Se presenta al lado de un grueso
libro sobre la guerra de Vietnam. Cuestiona que el aparato productivo esté
“supuestamente” destruido y al final concluye que no condena a los jóvenes
profesionales que parten del país: “ellos se están yendo a países que
inevitablemente van a caer… Europa, Estados Unidos… por el capitalismo
depredador”.
Beatriz
Bejarano, una emigrante de tendencia oficialista que se residenció un par de
años en Canadá resuelve que establecerse en otro país es absurdo, entre otras
cosas porque no te acostumbras al precio de la gasolina del mundo real. “Aquí
[en Venezuela] tenemos inseguridad, es cierto. Pero es la misma inseguridad que
abarca a toda América Latina”. Venezuela tiene ocho entre las cincuenta
ciudades más peligrosas del mundo pero ese es un dato irrelevante en la
construcción de una mentira. Su moraleja: “Aquí somos algo, aunque sea cabeza
de ratón. ¿Y allá?”.
Este
experimento que apeló al racismo para explicar el por qué los aeropuertos
venezolanos no paran de expulsar compatriotas a otras latitudes, redondeó una
tesis: quienes se van son “blancos y rubios”, de la “clase media y alta”,
“hijos de papá y mamá”, “ricos”, etc. Nada más estúpido.
El reportaje
generó gran revuelo entre los jóvenes que están dentro y fuera de Venezuela.
Las redes sociales encendieron sus alarmas y ganó críticas de todos los
sectores. Fue, como otras tantas miles de producciones de la televisión
chavista, un deplorable espectáculo de ignorancia y falsedad. Los creadores de
estas piezas propagandísticas, son, parafraseando a Héctor Rodríguez, el
“pueblo analfabeta” que hizo que nunca se concretara la Revolución. Ellos son sus
propios enemigos.
Un par de días
después de aparecer “Yo me quedo”, y como es costumbre en la guerra de
escándalos del gobierno, un solo hecho desmontó toda la narrativa de VTV: la no
tan blanca y rubia Rosinés Chávez Rodríguez, hija menor del difunto Comandante,
emigró a París para instalarse en un lujoso apartamento con vista a la torre
Eiffel e inscribirse en una universidad. Hasta ahí la triste historia de este
absurdo reportaje.
Ángel Arellano
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