Así como muere el taxista de una línea legalmente constituida, que cumple las normas, paga sus impuestos y cobra dentro de las tarifas establecidas en los municipios donde labora; también muere el que va en moto practicando una labor informal por la tragedia del empleo en la entidad y el resto de la nación. Es parte de lo cotidiano un obituario que pide oración por un conductor de 4 ó 2 ruedas, la inseguridad tiene años siendo pan diario.
La creación de líneas y paradas de mototaxis en las conurbaciones locales son un reto para las ciudades y pueblos puesto que ocasionan un nivel importante de desorden vial si no son controladas como ocurre en estos momentos. Se ubican en plazas, avenidas y centros muy transitados. Normalmente son un número grande de motos que va desde 20 a 40. Por tanto, se han convertido en un problema que resolver sin ocasionar un conflicto: los mototaxisas y la ciudad.
Taxear en moto es la nueva oferta laboral para los jóvenes. Un trabajo que representa opción de transporte para los sectores humildes del país, que son la mayoría, se encuentra desprestigiado por sus propios integrantes y la falta de orden.
Comerse las flechas, andar a alta velocidad, no usar casco ni chaleco identificador, papeles fuera de la regla, parar “caballito”, montar más de dos personas en una moto y hasta permitir la venta de drogas en algunas paradas, son parte de las infracciones que se cometen cada minuto. Muchas paradas funcionan como centro para el expendio de alcohol y llamadas telefónicas, es toda una micro empresa degenerada de la catastrófica situación económica nacional.
En los pueblos pequeños como Puerto Píritu y Clarines la expansión de esta actividad ha generado un impacto social negativo porque la inseguridad se alimenta de las manzanas podridas que están en las líneas de mototaxis, en ello también recae la complicidad de las policías locales que no supervisan ni regulan. Las urbes más grandes como Barcelona, Puerto La Cruz o El Tigre, también viven este flagelo.
Manuel Gómez (24) maneja una moto Jaguar y tiene tres niños (uno de 5, otro de dos y otro de 5 meses). Debe pagar 150 Bs diarios al dueño de la moto que es quien coordina el puesto al final del Bulevar 5 de julio de Barcelona donde trabaja todos los días (sin librar) desde las 9:00am hasta las 8:00pm. Su situación es similar a la de José Alfredo Muñoz (22), con un niño de dos años de edad y taxeando por los alrededores del Mercado Municipal de Puerto La Cruz. La ganancia de ambos empieza luego de pagar la tarifa al propietario de la moto en la que anda todo el día.
“A veces uno no llega a pagar el dinero porque el día estuvo demasiado flojo o porque llovió y no se pudo trabajar y me lo van descontando de las ganancias del resto de la semana”, exclama Gómez, que por irse de su casa a temprana edad y tener responsabilidades como padre de familia, debió incorporarse a este trabajo sin beneficios ni seguro alguno.
Esta realidad ha sido descuidada por gobernantes locales y regionales, los cuerpos legislativos son iguales de cómplices a la proliferación de estas paradas sin control alguno. Un punto más para la carencia de planificación en un país urgido por bajarse del barco del desgobierno.
El próximo gobernador de Anzoátegui con los 21 alcaldes tienen la tarea de generar una estrategia conjunta, adaptada a cada realidad local para mejorar la calidad de vida de estas personas y frenar el miedo que hay en las calles por una actividad laboral tan riesgosa y mal orientada. Empleos nuevos, con más oportunidades… comencemos por ahí.
Ángel Arellano
Twitter: @angelarellano
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