La historia venezolana nos ha enseñado a mirar bien de cerca las diferentes manifestaciones que se suceden una tras otra. Es imposible el no ver las protestas echas por trabajadores, civiles y estudiantes. El pasar de los años también nos ha enseñado a integrarnos a estas masivas expresiones de descontento por una acción, decisión, medida tomada, ley aprobada, regla arbitraria o atropello, que, normalmente, es causado por los “gerentes” del estado. Venezuela ha sido, y sigue siendo, madre de muchas generaciones que han dedicado su existencia en el planeta en exponer su desacuerdo. Una larga trayectoria crítica escribe las páginas de la historia en este país (aunque, dolorosamente, estas páginas se encuentren empapadas de líquido rojizo derramado, inocentemente, por personas que hicieron valer su derecho de disentir, y que de alguna manera, fueron apagados aberrantemente, hasta morir).
Es el gobierno quien ha masacrado a miles y miles en los diferentes sucesos de represión masiva en Venezuela. Se mantiene en su trinchera a esperar que los integrantes de los estratos más “bajos” de la sociedad (que en verdad serán bajos por su condición económica, pero ricos de conocimiento y cultura) salgan a elevar su bandera y puño (los de la llamada “clase baja” son la mayoría en las protestas, los adinerados no se molestan en apoyar una causa popular), para acabar con su integridad física y moral, o en consecuencia, privarlos de su libertad mientras son torturados: los presos que son “pobres” no son presos políticos, sólo eso: presos (la gran mayoría de presos políticos son elogiados y conceptualizados como valientes, mientras que los que injustamente entran a la cárcel, y que no tienen ninguna convicción política, quedan excluidos de ese grupo de “gloriosos”).
Dentro del colectivo de individuos que es reprimido inocentemente, por manifestar pacífica o violentamente (casi la totalidad de las veces es pacífica la protesta. La fuerza policial es quien la transforma en violenta. Y, aunque comenzara violento el manifiesto colectivo, éste último debe tener sus razones, aunque se diga que la violencia no lleva a nada: el odio y la represión si lleva a algo: la furiosa explosión popular.) existe el caso peculiar de la represión estudiantil. El estudiante, por su condición de aprendiz, es de alta relevancia cuando se habla de víctimas. Desde que Venezuela tiene un espacio en La Tierra, se han conocido las represiones estudiantiles: si somos un poco críticos en historia, vemos la participación del colectivo estudiantil, en muchas ocasiones. Ha sido y será decisiva la participación de los alumnos en cualquier decisión que afecte o modifique la sociedad. Los gobiernos tienen como costumbre, obviar este sector muy numeroso de la matrícula social, para después actuar represiva y asesinamente contra ellos y, acto seguido, huir cobardemente.
El estado venezolano, como todo estado “democrático y justo”, posee una estructura de “seguridad y protección” conformada por un cuerpo policial en cada municipio o distrito del país, un cuerpo policial estadal (en cada estado de Venezuela), cuerpos policiales metropolitanos, servicios policiales de inteligencia (nacional y estadal), guardia nacional, fuerza armada nacional, etc. Todos ellos bajo el mando de un “yo el líder”, quien tiene la batuta en el concierto represivo. Y, como es de esperarse, todos los cuerpos mencionados se usan en la “protección y seguridad” del estudiante. Esta “protección y seguridad” se caracteriza por el acto de presencia, que hacen los cuerpos policiales, en todas las manifestaciones echas por el estudiantado. Su cometido es acabar con esa manifestación utilizando armas, sustancias químicas y tóxicas, escudos, fuerza bruta, violencia y más violencia, sin saber a quien hagan daño o, en última instancia, a quien le acaben la vida.
Para un policía, lo único importante en su cometido, es cumplir la orden emitida desde la garra dictadora del gobierno: las órdenes policiales van desde reprimir al menor de edad y encarcelarlo, hasta el homicidio en masas. Una orden no puede ser desviada o cambiada por nada (a menos que ocurra un golpe de estado en el momento: los policías cobardes se alejan dentro de su desentendimiento de la situación nacional). En las protestas estudiantiles siempre existe la esperanza de conseguir un nexo de entendimiento para no llegar a la violencia, pero este nexo, es destruido segundos después con las acciones criminales cometidas hacia los manifestantes.
El estudiante es blanco de guerra para estos homicidas que solo se preocupan por su sueldo. No sienten vergüenza ni dolor al ver pisoteados a futuros intelectuales de la sociedad. El policía no obtuvo la dosis de sentimientos al nacer. Una lágrima solo significa placer para él. El pedir clemencia y un perdón que no se merece, lo excita. Utiliza armas contra un colectivo indefenso que cree en la justicia social. Pero en verdad no existe tal justicia en Venezuela. Se reprime al estudiante como a cualquier asesino o delincuente.
Mientras los policías se distraen en estupideces, los estudiantes son robados en sus propias casas de estudio. Solo se les ve cuando se toman las calles de forma pacífica para amedrentar con bombas y armas. Es muy doloroso saber que caen estudiantes muertos, abatidos por fuerza policial, y por su Dios: el gobierno. A una dictadura y un absolutismo es lo que conlleva el no salir a protestar ni a manifestarse. La libertad de expresarse como al individuo le venga en gana es una virtud de la libertad, no de un régimen. Da mucho dolor saber que mueren estudiantes en Venezuela mientras se lucha por una causa justa. Pero el pie firme del estudiante sigue así… firme.
Seguirá la lucha hasta alcanzar el anhelado objetivo: la libertad.
Ángel Arellano.
CI: 19.841.865
asearellano@yahoo.es
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