Más de 15 días tiene el mayor desastre ecológico ocurrido en el oriente de Venezuela, justo en el centro de extracción de crudo de Jusepín, en la zona oeste del estado Monagas. Unos 40 kilómetros de agua se volvieron negros en el Río Guarapiche, principal surtidor de agua a Maturín, llegando a otros afluentes y zonas rurales adyacentes las cuales han quedado sin el servicio hídrico indefinidamente.
Este derrame petrolero es el tercero en dos meses ocurrido en Monagas. Los otros dos fueron de menor impacto comparado con el actual que ha convulsionado a la opinión internacional por sus catastróficos alcances.
Se dio a conocer a través de medios de comunicación locales que los trabajadores del centro de extracción, así como el personal calificado para manejar la emergencia, se encontraban ese 4 de febrero (día de la explosión en Jusepín), en Caracas, participando en los actos de conmemoración del Golpe de Estado de 1992 convocados por el presidente Hugo Chávez.
Inmediatamente comenzó una serie de cadenas en las que El Comandante hablaba de todo un poco, menos de las soluciones para esta tragedia ecológica.
La dinámica de los carnavales, los ataques continuos del chavismo a Henrique Capriles Randoski y las elecciones de la MUD, cuestionadas inclusive por Tibisay Lucena desde la tribuna televisiva del redentor José Vicente Rangel, dieron de qué hablar mientras en el bajo de Guarapiche cientos de voluntarios luchan cada minuto para frenar la calamidad a la que fueron sometidos indirectamente por el proselitismo chavista.
En un país serio el Presidente de la República se hubiese trasladado al sitio a verificar los trabajos pertinentes y colaborar de la mano con la empresa privada y colaboradores de la estatal Pdvsa, para sacar a la comunidad de Maturín de la inhumanidad de no contar con el servicio de aguas.
Pero esto no sucede en Venezuela. Es preferible posicionar en el raking de la opinión pública la palabra “Majunche”. Inéditamente Chávez asegura mejorar su estado de salud queriendo demostrarlo en largas alocuciones donde no se mueve más de un par de metros en escena.
El resto del mundo sigue girando y ven, al igual que nosotros, con preocupación lo que sucede en Maturín, las consecuencias a largo plazo y el funcionamiento de la explotación petrolera a lo largo y ancho de la nación.
Falta orden y disciplina y para eso hace falta salir de esta calamidad. En octubre nos encontraremos para cambiar.
Ángel Arellano
asearellano@yahoo.es
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Twitter: @angelarellano
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